¿Qué nos quiere decir un color que se reitera en distintos ángulos del salón, una línea que atraviesa la cerámica del piso u otra que en diagonal cruza las paredes detrás de los espejos?
En realidad, todos estos detalles que juegan con
el resto de la decoración de un salón, son como palabras abstractas que más que
conceptos nos expresan sensaciones, gustos, sugerencias.
Cuando el arquitecto asesora al profesional que desea cambiar totalmente el look de su salón o acaba de inaugurar el primero, debe tener muy en cuenta los gustos de quienes convivirán todos los días con los detalles de los que hablamos.
Pero, también, el profesional debe conocer muy bien a sus clientes, quienes serán los encargados finales de juzgar los resultados.
Pero, ¿cómo se hace con la diversidad de hombres o mujeres que se acercan al local y que tienen gustos tan disímiles?
Existen para estos casos pautas generales que han sido bien estudiadas y que consideran elementos básicos comunes a todas las personas, y sobre las cuales se debe trabajar a la hora de pensar en un nuevo salón.
Ciertos colores son considerados por la mayoría de la gente como limpios, puros, tranquilizantes. Este tipo de colores (blanco, gris, plateado), que pueden estar acompañados por elementos metálicos o por vidrio, se relacionan, también, con el frío, pero no dejan de crear otra asociación mental importante: se lo liga al espacio y al futuro.
Estas
relaciones inconscientes, predisponen de determinada manera a los clientes, que
se crean al entrar un preconcepto que, suponemos, es positivo, ya que esto es
lo que se está buscando.
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